jueves, 17 de mayo de 2018

Un operativo de la Seguridad del Estado por dentro



Llamémosle Damián. Participó en la guerra civil en Angola. Trabaja en una fábrica al sur de La Habana y pertenece a la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, institución paramilitar que agrupa a oficiales y soldados retirados del servicio activo en las fuerzas armadas o el Ministerio del Interior.

“Fui sargento en el MININT y después de licenciarme me integré a la Asociación de Combatientes. Lo mismo participamos como grupo de apoyo en un operativo contra los contrarrevolucionarios (disidentes), que recogemos desechos sólidos los días posteriores al paso de un huracán o simplemente conmemoramos determinadas fechas patrióticas”.

Hace cuatro años, le entregaron un teléfono móvil, con crédito pagado por el Estado, para recibir determinadas orientaciones cuando es movilizado. Damián devenga una salario mensual equivalente a 30 dólares y todos los meses, como la mayoría de los cubanos, ahorra hasta el último centavo para alimentar a su familia y vestir a sus hijos. Así y todo, no alcanza. Para que en el hogar entre un poco más de dinero, su esposa vende productos en el mercado negro.

A su manera, aunque cada vez menos, Damián cree en el proceso revolucionario fundado por Fidel Castro. Tiene muchas preguntas sin respuestas. Dudas y decepciones sobre los giros acrobáticos y estrategias políticas, económicas y sociales de los gobernantes de su país.

“No se ha encontrado la fórmula para quienes trabajamos vivamos con dignidad. La apertura no solo debe ser económica, también política. No todo el mundo tiene que pensar igual. Vivimos otra etapa. Lo único que sostengo como un principio invariable es que en caso de agresión militar a Cuba, hay que ripiarse conmigo”, dice Damián y añade:

“He participado en varios operativos contra las Damas de Blanco y la disidencia. Es como en la guerra: recibes órdenes que tienes que cumplir. Por lo general, los oficiales de la Seguridad del Estado apenas te brindan información. Por ejemplo, en el operativo en los alrededores del Parque Manila, en el municipio Cerro, el aviso era que la contrarrevolución preparaba una provocación el jueves 8 de marzo”.

Damián no sabe quién es Rosa María Payá ni quién fue Oswaldo Payá Sardiñas, su padre. Jamás ha escuchado sobre el proyecto Cuba Decide que ella dirige y desconoce su estrategia política. En el periódico Granma, de pasada, había leído un artículo condenando 'la injerencia y maniobra anticubana' de Luis Almagro, secretario general de la OEA, y de un grupo de ex presidentes de América Latina y España. Pero ese escrito no lo asoció al operativo del Parque Manila

“El miércoles 7 por la mañana me llamaron de la Asociación para que formara parte del operativo. Las tres veces anteriores no había participado en diversas actividades alegando problemas personales. Esta vez me sentía comprometido a asistir. Cuando supe que tenía que estar de guardia desde las dos de la madrugada hasta las doce del mediodía, me dije, de tranca tener que pasarse toda la noche sin dormir. Pero asistí”, confiesa Damián.

Cuenta que citaron como a 40 miembros de la Asociación, pero solo fueron 25. "Cuando llegamos, un oficial de la Seguridad nos explicó que el operativo consistía en un amplio bloqueo de calles en las cuadras comprendidas desde Primelles y Calzada del Cerro hasta la calle Monasterio, que colinda con el hospital pediátrico Católicas Cubanas”.

Les dijeron más o menos lo mismo que salió publicado en Granma. "El único detalle nuevo fue que la contrarrevolucionaria era mujer y que se encontraba en la casa número 221 de la calle Peñón entre Ayuntamiento y Monasterio. Luego, en el transcurso de la noche, un oficial del 'aparato' me dijo que la 'mercenaria' y su familia vivían en Miami, aunque ella mantenía residencia cubana. Me contó que hacían todo eso por dinero. Fíjate, comentó, que hace poco se compró una casa en 200 mil dólares. No le dije nada. Tengo parientes en la yuma y una casa de ese precio en Miami no es gran cosa”, subraya Damián.

Sobre las tres de la madrugada le dieron café fuerte, “del puro, sin chícharos, un pan con jamón y un jugo de cajita. Por la mañana repitieron la merienda. En cada esquina o bocacalle habíamos parejas de tres o cuatro personas: dos o tres combatientes de la Asociación y un seguroso. Los oficiales daban sus rondas en motos o autos Gely. Tenían un puesto de mando móvil y en una tableta, fotos y nombres de las personas que no podían pasar. Nosotros teníamos una lista. El operativo tenía tres o cuatro 'anillos'. En el principal, la calle donde estaba la disidente, lo manicheaba el G-2. Allí solo dejaban pasar a la prensa extranjera y dos carros con chapa diplomática que asistieron, uno fue de la embajada checa y otro de Estados Unidos. Todos esos operativos se montan con fuerzas combinadas de la Seguridad, la policía y los combatientes de la Asociación o brigadas de respuesta rápida de los CDR. Cuando terminamos, nos felicitaron y nos informaron que al evento solo pudieron asistir tres o cuatro opositores que pasaron la noche en casa de la contrarrevolucionaria. Al resto le impidieron llegar”.

A Damián le gustaría hacer llegar algunos consejos a los disidentes y periodistas independientes:

“Si quieren que sus eventos se realicen, no deben anunciarlo a bombo y platillo, tratar de mantenerlos lo más callado y discreto posible. No pueden utilizar teléfonos móviles, que son monitoreados, y en determinados momentos interrumpidos (pinchados) por la Seguridad. Tampoco decirlo por Twitter, Facebook u otras redes sociales. Lo ideal es tener líneas telefónicas que no estén a su nombre o hacerlo desde teléfonos públicos o casas de amigos y familiares que no estén chequeados como 'contrarrevolucionarios'. Y dos noches antes de la fecha inicialmente convocada, reunirse por sorpresa en la vivienda escogida. Tener en cuenta que los operativos comienzan sobre las seis de la mañana. Cuando son importantes, se arman en la madrugada. A los líderes principales siempre los interceptan mansitos saliendo de sus domicilios. Es que los opositores no saben moverse según las reglas de la clandestinidad. Son presas fáciles”.

Iván García y Leonardo Santos
Foto: Rosa María Payá en su casa familiar en Peñón 221 entre Ayuntamiento y Monasterio, cercana al Parque Manila y a la antigua clínica Católicas Cubanas, en El Cerro, La Habana. Tomada de Martí Noticias.

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